29 julio 2008

IRENA SENDLER
La 'Schindler' de los niños polacos

En 1942, el siniestro gueto de Varsovia (Polonia) consumía lentamente la vida de 450.000 judíos. De aquellas tinieblas surgió una luz llamada Irena Sendler que, a base de coraje e ingenio, rescató de una muerte segura a 2.500 niños.
La historia de esta mujer polaca guarda ciertas semejanzas con las del archiconocido Oscar Schindler, pero su drama es, si cabe, más cruel, más heroico y, sorprendentemente, mucho menos conocido. De hecho, el legado de Sendler, fallecida ayer en Varsovia a la edad de 98 años, estuvo a punto de ser poco más que un emotivo recuerdo en la memoria de aquellos pequeños a los que liberó si no llega a ser por el trabajo y la insistencia de los alumnos de un instituto de Kansas (EEUU). El férreo comunismo polaco, que acalló cualquier reconocimiento a la resistencia popular, unido a la discreción innata de Sendler mantuvieron su hazaña casi en el anonimato...



La investigación de aquellos estudiantes acabó en 1999 en la habitación de un asilo del centro de Varsovia. Allí encontraron a una anciana de mirada dulce y formas tranquilas. A los achaques propios de la edad se sumaban las secuelas por las torturas que sufrió durante su cautiverio en la prisión de Pawiak. Los torturadores le sometieron a interrogatorios extremos, le rompieron los pies y las piernas, pero nunca consiguieron que confesara dónde estaban los niños judíos a los que había sacado de aquel infierno.
La activista polaca –conocida con el nombre clave de Jolanta– supo desde muy pequeña que su deber era ayudar a quien lo necesitara, algo que le venía de familia. Su padre, médico rural, murió tratando de salvar la vida de cientos de enfermos –judíos en su mayoría– afectados por una epidemia de tifus que finalmente se le llevó por delante. Irena tampoco dudó en dedicar su vida a ayudar a ancianos, pobres o enfermos. Desde el Ayuntamento de Varsovia participó en proyectos sociales pero, tras la invasión alemana en 1939, acrecentó su labor ayudando en comedores y tratando de mejorar la situación de las numerosas familias judías que comenzaban ya a sentir el aliento nazi.
En 1940, todos los judíos que aún resistían fueron condenados a vivir en las 16 manzanas que conformaban el gueto de Varsovia. Entre ellos, muchos niños. Sendler se las ingenió para conseguir un salvoconducto que le permitía acceder al gueto como miembro del Departamento de Control Epidemiológico. Desde allí, puso en marcha su plan. Comenzó liberando a los niños huérfanos y continuó con aquellos a los que debía separar de los brazos de sus mayores, destinados a una muerte segura. En una reciente entrevista en el Magazine de EL MUNDO, Sendler recordaba con angustia cómo era arrinconada por unos padres que, desesperados, pedían a la heroína que les asegurase que sus hijos sobrevivirían y tendrían un buen hogar.
La paulatina evacuación resultó ser tan arriesgada como exitosa. Los niños eran escondidos en ataúdes o maletas, ocultos entre restos de basura o guiados por las cloacas. Los más pequeños incluso tenían que ser sedados para evitar llamar la atención de los soldados del III Reich. Así, entre llantos infantiles, pasadizos secretos y angustiosos controles de la Gestapo transcurría la vida de la Irena. Nada detuvo a la polaca, ni siquiera cuando en 1943 fue arrestada y condenada a muerte. La gratitud de un carcelero al que la resistencia había sobornado permitió a Sendler darse a la fuga.
Según iban siendo liberados, los niños disponían de una nueva identidad (católica) y eran enseguida enviados a monasterios o conventos donde permanecían ocultos con la esperanza de reencontrarse algún día con sus padres.
Los nombres y paraderos de esta particular lista de Sendler eran cuidadosamente apuntados en trozos de papel, ocultos en botes de conserva y enterrados bajo un manzano del jardín de uno de los contactos clandestinos de la red de mujeres que cooperaban con Irena. Uno a uno, hasta llegar a 2.500 secretos, 2.500 semillas que esperaron al final de la guerra para poder florecer. Acabado el conflicto, Sendler se preocupó de reconstruir las vidas de todos aquellas víctimas, la mayoría huérfanas, pero infinitamente agradecidas al esfuerzo y valentía de una heroína de enorme bondad.
Nominada en 2007 para el Nobel de la Paz, que finalmente cayó en manos de Al Gore, en sus últimos años recibió parte del reconocimiento que se merecía, y murió rodeada por la ternura, el cariño y la admiración de aquellos niños judíos a los que un rayo de luz iluminó en medio de la oscuridad.

Irena Sendler, miembro de la resistencia polaca, nació en Otwock (Polonia) el 15 de febrero de 1910 y falleció en Varsovia el 12 de mayo de 2008.


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