04 agosto 2008

J. R. SIMPLOT
El rey Midas de las patatas congeladas

Patatas fritas, patatas moldeadas, patatas búfalo, patatas baby, puré especial de patatas... John Richard Simplot (o J.R. como se le conocía, no sin cierta sorna, en el mundillo empresarial) ofrecía a sus clientes casi tantas variedades de patatas congeladas como recetas de gambas conocía Bubba, el inagotable compañero de aventuras de Forrest Gump.
El dueño del mayor emporio de alimentos vegetales precocinados de Estados Unidos falleció por causas naturales a la edad de 99 años.
«Nunca fue tan fácil ofrecer a nuestros clientes el sabor casero que tanto ansiaban. Empleamos patatas de altísima calidad que pelamos y cocemos. Sólo hay que calentar y servir, así de práctico», se promete al cliente en el envoltorio de las Classic Mashed Potatoes. Ese sentido práctico del que impregnó a sus productos es precisamente la característica que mejor define la personalidad empresarial de Simplot y, probablemente, la mejor forma de explicar cómo un imberbe que a los 14 años dejó la escuela se convirtió años después en uno de los hombres más ricos de EEUU...



Su Idaho natal quedó asociado para siempre al tubérculo universal, pero las plantas de procesamiento de J.R. Simplot, diseminadas por medio mundo, producían también carne de ternera, frutas, fertilizantes y otros productos químicos.
El curriculum de este hombre de negocios que nunca creyó en la suerte está trufado, cuanto menos, de varios momentos determinantes. En 1923, recién salido del cascarón de la granja de sus padres y con apenas 80 dólares en el bolsillo se topó con unos profesores a los que compró unos pagarés que empezaron de inmediato a generarle intereses. La locomotora Simplot se había puesto en marcha. Primero apostó por el cultivo de semillas de patatas certificadas, una modalidad innovadora que le posición definitivamente en el mercado. Años más tarde, en plena II Guerra Mundial, las patatas deshidratadas de Simplot aliviaron el hambre de los soldados estadounidenses, desfallecidos por las hostilidades en tierra europea.
Acabada la guerra, sus estudios sobre la congelación de alimentos dieron su fruto. Nacía oficialmente la pareja de baile preferida del cuarto de libra con queso: la patata frita congelada. Simplot alcanzó un suculento acuerdo con Ray Croc –fundador de McDonalds– para ser proveedor del gigante de las hamburguesas. Al mismo tiempo, los congeladores y las freidoras se popularizaron convirtiéndose en un electrodoméstico más. Y, sobre todo, comenzó a despertarse el amor –cada día más compulsivo– de la sociedad estadounidense por el fast food (comida rápida).
Todo ello contribuyó a impulsar a la compañía de Simplot que, sin embargo, no dejó de diversificar su próspero negocio en busca de otros apetitosos negocios. Así, el empresario se metió de lleno en el mundo de los chips; no precisamente de los que se comen. En los años 80, toda una nueva generación de empresarios necesitaban financiación para fabricar dispositivos de almacenamiento en aquellos primeros y gigantescos ordenadores personales. Simplot no tuvo dudas e invirtió hasta 20 millones de dólares en Micron Technology Inc., que se convertiría en uno de los principales productores de memorias DRAM. Las recetas de papas, pues, dieron paso al silicio, claramente menos saludable pero igual de sabroso en lo económico. O más. En 2006, la revista Forbes estimó su fortuna en 3.200 millones de dólares, lo que le situaba a él y a su familia entre las 100 más ricas de EEUU.
Habrá, sin embargo, quien asocie a Simplot con la eclosión de la comida basura y la creciente obesidad a la que parecen estar condenados muchos jóvenes norteamericanos. A pesar de ello, Simplot defendía la vida sana y rechazaba obsesivamente el tabaco y el alcohol, hasta el punto de prometer recompensas a sus empleados si éstos dejaban de fumar.
En 1999 le preguntaron por el secreto de su éxito. «Trabajar duro y construir, construir, construir », contestó. En otra ocasión se definió así: «Soy un hombre práctico, si algo no me hace ganar, no lo compro; no creo en trucos de magia».
Quizá así se entienda el sueño –genuinamente americano– del que J.R. nunca llegó a despertar.

J.R. Simplot, empresario de alimentación, nació en Dubuque (Idaho, EEUU) en 1909 y falleció en Boise (Idaho) el 25 de mayo de 2008.


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